'Adolescencia': Las razones de dos expertas en salud mental para ver con tu hijo (o no) la serie de moda
La serie de Netflix está generando mucho debate entre educadores y familias
'Adolescencia' no es un buen título

Está en boca de todos. 'Adolescencia', la serie de Netflix en la que se cuenta la historia de un menor inglés de 13 años, detenido por el asesinato de una compañera suya de clase, ha logrado crear sin lugar a dudas el debate que pretendían sus creadores, con el fin de generar cambios en la sociedad.
Pero, ¿son nuestros adolescentes igual que los ingleses? ¿Comparten los mismos problemas? ¿Respondería así nuestro sistema educativo ante un caso semejante? Muchos son los que han expresado en redes sociales que el contenido debería ser de visionado obligatorio en los centros escolares y también en las casas, por parte de las familias y sus adolescentes.
Para determinados educadores y expertos en Salud Mental de nuestro país la obra es ambiciosa, impactante, brutal, indispensable… y recomiendan encarecidamente que los padres la vean con sus hijos, pero para otros es irreal, no es representativa de lo que ocurre en España y, además, asusta y mucho a los progenitores que la visualizan. Así defienden dos profesionales de la adolescencia de nuestro país su opinión al respecto:
En contra: Abigail Huertas, psiquiatra, autora y divulgadora
La doctora Huertas está especializada en salud mental de la infancia y adolescencia, pasa consulta tanto en la pública como en la privada, y además es autora de 'Solo necesito que me aceptes: La salud mental en la adolescencia' (RBA).

«No refleja lo que veo en consulta. Sé que la serie ha recibido buenas críticas, pero no siempre lo que funciona para unos encaja con todos. Y que la haya producido Brad Pitt y Netflix la esté potenciando ayuda a que se haga viral. Pero debemos analizar con una mirada crítica si lo que vemos es un gran ejemplo para las personas adolescentes, sobre todo en temas delicados como la salud mental y la violencia juvenil.
Sé que quien recomienda 'Adolescencia' espera agitar conciencias y que la sociedad se de cuenta del riesgo que supone la exposición a tecnología sin control en la infancia, pero no es lo que veo entre mis pacientes. De hecho, creo que asusta, aleja y no suma. Deja un mal poso pero no aporta ni un poquito de esperanza y no creo que sea realista.
La serie distorsiona la realidad juvenil. Muestra un instituto de Inglaterra con un clima extremadamente violento y no tiene matices, pero esta no es la realidad que yo percibo en los adolescentes que me visitan en Madrid. Puede dar una imagen exagerada y muy poco útil para entender a los adolescentes reales.
El entorno escolar es, por tanto, poco veraz. La forma en que retratan el instituto y el acoso a la familia del protagonista no me resulta creíble, aunque es posible que en UK se viva esa violencia profunda y no haya ni docentes ni familias ni alumnos o alumnas que sean un modelo sano. Esto para mi le resta impacto a la historia, aunque reconozco que los actores reflejan muy bien las emociones que sienten en el contexto que se plantea.
Me consta que la película la recomiendan muchos educadores. Y me preocupa que se perciba que los profesores no tienen herramientas en nuestro país, habiendo en España como hay programas de enlace entre salud mental y educación. Podemos desplazar la responsabilidad en el entorno, asumir la responsabilidad familiar, lo que queramos… Pero creo que hacen falta modelos saludables y me encuentro a diario en consulta gente que sufre, pero también jóvenes con valores y docentes implicados. Y familias presentes. Y en la serie no hay nada de eso. No sé si que las familias se asusten ante esta ficción es la mejor manera de que tomen conciencia.
En mi opinión, recoge únicamente estereotipos peligrosos. La serie lleva la masculinidad tóxica a un extremo violento sin mostrar otras formas de ser hombre, o de relacionarse como mujer, lo que puede dar un mensaje confuso a los jóvenes que son posiblemente los que más la vayan a ver. En Ia serie faltan modelos positivos y alternativas saludables a esa masculinidad tóxica.
También genera confusión entre delito y enfermedad mental, porque mezcla comportamientos delictivos y psicopáticos con problemas de salud mental, algo que puede generar malentendidos sobre estos temas. Ojo con el estigma. Los delitos por supuesto se pueden cometer por enfermos mentales o físicos, pero no hay nada en la conducta de ese niño que sugiere una enfermedad mental, salvo que le internan en un centro de menores pero ambiguamente no dejan claro si es para enfermos o para tratar la conducta, y que le ven varios psicólogos. Esto me parece que puede generar confusión entre los adolescentes, que la verán seguro y sin un adulto al lado, probablemente de forma clandestina, porque los algoritmos son así.
La historia está desconectada y el ritmo es lento, con una narrativa que avanza muy despacio. Cada episodio, si bien se rueda en un solo plano, lo que le da realismo, parece una historia aparte, lo que hace difícil seguir la trama y conectar con los personajes. A mi juicio, hubiera sido un largometraje estupendo. Porque no cuestiono la calidad cinematográfica ni actoral ni la ejecución. Digo que si alguien quiere conocer a los adolescentes de hoy, no la vea, ya que se aleja de la realidad.
Es verdad que, como cualquier serie de ficción, invita a la reflexión para quien le parezca oportuno verla. Pero en mi caso estoy recibiendo familias alarmadas que empeoran aún más la relación con sus menores desde el miedo. Por tanto, me preocupa que se recomiende a los padres para que tomen conciencia de la sociedad en la que están sus hijos, porque no me parece la mejor opción para conocer la realidad adolescente o a tu hijo, si se encuentra en esta etapa vital.
A favor: Diana Al Azem, profesora, escritora y divulgadora
Al Azem es profesora divulgadora de disciplina positiva y escritora, autora de 'AdolescenteZ, de la A a la Z' (Plataforma Editorial).

«En un mar de contenido televisivo, pocas series logran la proeza de ser profundamente entretenidas y, al mismo tiempo, esenciales. 'Adolescencia', la nueva miniserie británica es, para mí, una de esas obras excepcionales. Su premisa —un adolescente arrestado por el asesinato de una compañera de clase— podría parecer un simple thriller policial, pero es mucho más. 'Adolescencia' es un espejo poderoso que obliga a los adultos a reflexionar sobre cómo estamos criando, educando y entendiendo a nuestros jóvenes en el siglo XXI.
Uno de los mayores logros de 'Adolescencia' es su representación honesta y cruda de la masculinidad en crisis. Jamie, el protagonista, es un chico de 13 años que enfrenta el caos emocional de la pubertad, el aislamiento social y la presión de encajar en moldes que ya no funcionan. La serie expone cómo ciertos discursos sobre «ser hombre» aún impregnan hogares, escuelas y redes sociales, alimentando inseguridades y actitudes destructivas. Para padres y educadores, esto es una llamada de atención: ¿qué mensajes están recibiendo nuestros hijos sobre la masculinidad? ¿Estamos fomentando la empatía, la vulnerabilidad y el respeto, o perpetuando ideales tóxicos que los desconectan de sí mismos y de los demás?
Por otro lado, la serie aborda también casos de bullying. Sabemos que no es una novedad, pero 'Adolescencia' muestra cómo ha mutado y se ha intensificado con la llegada de las redes sociales. Los ataques ya no se limitan al aula; ahora persiguen a los adolescentes a casa, a la noche, al sueño. La serie presenta con dolorosa claridad cómo los entornos escolares y familiares a veces fallan en reconocer y atender las señales de alarma.
Como profesora de Secundaria que soy, creo que la serie nos invita a replantear nuestro rol como docentes: no solo como transmisores de conocimiento, sino como figuras clave en la detección y contención del sufrimiento adolescente. ¿Qué herramientas se están dando en las escuelas para prevenir y tratar el acoso? ¿Cómo se fomenta la convivencia y la inclusión? Creo que la serie denuncia la urgente necesidad de formación y recursos para que los profesores podamos ser parte de la solución a estos problemas.
Respecto a la vida familiar de Jamie, la serie revela una verdad incómoda: querer a un hijo no siempre es suficiente para entenderlo. Stephen Graham, en el papel del padre, entrega una actuación desgarradora que encarna la impotencia de muchos padres frente al dolor silencioso de sus hijos. La serie no culpa, pero sí interpela. ¿Escuchamos realmente a nuestros hijos? ¿Les conocemos? ¿Sabemos lo que sienten, lo que temen, lo que los atraviesa?
Al mismo tiempo, se desvela la necesidad de una competencia digital por parte de los padres que, en la mayoría de ocasiones, desconocen lo que sus hijos ven o hacen a través de las redes sociales. Ni siquiera entendemos los códigos de comunicación de los jóvenes, prueba de ello es la escena en la que el alumno explica a su padre policía el significado de los colores de los emojis de corazones o la regla 80/20.
'Adolescencia' nos recuerda que los hijos no solo necesitan de nuestra presencia durante la infancia, sino que también es fundamental pasar tiempo con ellos en su etapa adolescente, al contrario de lo que podamos creer. Uno de los ejes más inquietantes de la serie es su exploración de la subcultura «incel» (varones que se sienten involuntariamente célibes) y su impacto en jóvenes vulnerables. A través de Jamie, la serie muestra cómo la soledad y la búsqueda de pertenencia pueden llevar a espacios digitales peligrosos, donde se glorifican el odio y la misoginia. Esto hace que la serie sea vital para abrir conversaciones sobre sexualidad con los hijos, consentimiento y relaciones sanas. ¿Qué educación sexual están recibiendo nuestros adolescentes? ¿Qué imágenes del amor y la intimidad están consumiendo?
Para mí, 'Adolescencia' obliga a mirar de frente. No hay escapatoria. Cada escena es un llamado a la empatía, a la acción, al compromiso. Por todo esto, considero que Adolescencia no es solo una serie para ver, sino para discutir, para compartir y para digerir en grupo. Padres y profesores tienen en ella una herramienta potente para conversar sobre lo que muchas veces se silencia. Porque entender la adolescencia es entender el mundo que estamos construyendo.
Para los adolescentes, Adolescencia es también una invitación a expresar, a confiar y a buscar ayuda cuando la necesiten. A no cargar solos con el peso de lo que les abruma. Entiendo que es una obra que incomoda, pero también enseña y transforma. A pesar de que la serie está recomendada para mayores de 12 años, recomiendo a los padres y profesores con hijos o alumnos más sensibles, que vean primero la serie antes de decidir si el adolescente está preparado para verla y entenderla.
Por último, me gustaría añadir que si bien es cierto que 'Adolescencia' tiene el potencial de causar un impacto emocional muy fuerte en las familias, especialmente en padres y madres, y podría generar cierta alarma, debemos recordar que solo es una serie que no define la realidad de cada uno de nosotros y que lo suyo sería verlo como un catalizador para el cambio y tomar acción: hablar más con los hijos, prestar más atención a lo que no se dice, educarse sobre los riesgos reales que enfrentan los adolescentes y estar más presentes en la vida de nuestros hijos.
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Porque los jóvenes no necesitan padres perfectos. Necesitan padres presentes«.
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